AMOR POR EL CANTO Y LA MÚSICA
Los thyrianos adoptaron la encantadora costumbre de congregarse al caer la noche, formando un círculo alrededor de la calidez del fuego, para entonar cánticos que exaltaban las gestas de sus héroes, ya fuesen del día recién concluido o de los episodios más significativos de sus vidas. Estas melodías eran cuidadosamente elaboradas, compuestas por un cuerpo narrativo entonado con ritmo, dirigido por una o varias voces principales, seguido por una frase que resonaba en repetición, siendo entonada por todos los presentes alrededor del fuego. A estas canciones les dieron el nombre de «Gayatis«, derivado de la palabra «Gayati», que significaba cantar.
Con el transcurso del tiempo, esta loable tradición evolucionó hacia los «Sthana«, estructuras fijas de forma circular que actuaban como cámaras de resonancia, cuya traducción literal sería «Lugar donde se canta». En estos espacios, los thyrianos se congregaban diariamente para ensayar, preparándose así para conmover al poblado con sus actuaciones.
Al fondo Sthana de «La Secuoya», población natal de Bruela, protagonista de nuestro libro.
Esta imagen se ha realizado sin utilizar IA, diseño original del autor.
Por JLNR
PASIÓN POR LA LUCHA
El Shubur Anzag se revelaba como un recinto cuadrado, de dimensiones no excedentes a los cinco metros por lado. Su perímetro se trazaba con un surco poco profundo, ladeado por piedras cuya función primordial era sostener el cuero que revestía todo el suelo de este cuadrilátero. En ocasiones, también se erigían vallas de madera en los alrededores del surco, destinadas a contener a los espectadores.
Inicialmente concebidos como espacios destinados a resolver disputas o conflictos que no hallaban resolución de otra índole, su dinámica resultaba sencilla: aquel que impregnara el suelo de cuero con su propia sangre, se declaraba derrotado. Se imponía la prohibición de infligir daños letales o heridas graves al oponente, procurando un equilibrio entre las armas seleccionadas por los contendientes, quienes las elegían por sí mismos.
Con el transcurrir del tiempo, los Shubur Anzag evolucionaron, transformándose en centros de entretenimiento donde los enfrentamientos se desataban por puro deleite y como demostración pública de las habilidades del contendiente. Alrededor de estos enclaves florecían multitudes de thyrianos, inmersos en apuestas que apostaban al vencedor. Con frecuencia, los propios espectadores se veían envueltos en duelos dentro del Shubur Anzag, impulsados por disputas surgidas a raíz de las apuestas mismas.
Era normal que en una misma zona hubiera varios Shubur Anzag.
Estos sitios también fungían como campos de instrucción para los juramentados Dewafi, cuyas vidas se consagraban al arte de las armas y a proteger al líder de la población con entrega absoluta, incluso a riesgo de sus propias vidas.
Imagen realizada por el autor sin utilizar I.A.
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