El versículo 73 del sagrado “Libro de Thyr”, dice lo siguiente:
En el día de la creación, de la matriz de la Tierra Madre surgió un lodo que cobró vida como Umama, para engendrar al pueblo Thyriano bajo la tutela de su dios Thyr. No obstante, Umama trascendía más allá del lodo; era el sagrado bosque de Eldin, donde imperaban los Maiapanes, colosales árboles de raíces profundas y longevidad eterna. Estos, a su vez, nutrían a la antigua estirpe de los Laban, quienes deambulaban por Unah antes incluso de la existencia del propio Thyr.
En homenaje a estos venerables árboles, Thyr dispuso que su pueblo se enlazara con la especie arbórea que cada individuo eligiera, y así sus destinos quedarían entrelazados con la vida de ese árbol. Desde entonces, cuando un thyriano llega al mundo, se le une a un árbol de su preferencia, convirtiéndose dicho árbol en objeto de devoción para cada uno de ellos. Es por ese mandato, que las vidas de los thyrianos se extenderán por los mismos largos ciclos que los árboles elegidos; mientras este perdure, el thyriano permanecerá indemne ante el paso del tiempo.
Por tal razón, las mujeres thyrianas, al percatarse de su embarazo, siembran con esmero un árbol longevo y resistente en un sitio donde estiman que florecerá con vitalidad y protección. Desde ese instante, el porvenir de su hijo queda entrelazado con la esencia misma de aquel árbol.
En un apunte curioso, se ha corroborado que tras esta conexión, si el árbol recién plantado sufre algún infortunio o perece, el bebé nunca llega a ver la luz. En contraposición, cuando un árbol maduro vinculado a un thyriano experimenta algún infortunio, el thyriano comienza a manifestar signos de envejecimiento gradual hasta alcanzar su ocaso, aunque este nunca se precipita abruptamente.
En cada rincón y aldea de Thykur, los thyrianos tienden a adoptar con mayor frecuencia una especie arbórea sobre las demás. En las tierras del sur de thykur, es habitual adoptar Secuoyas por su vigor y longevidad, dando lugar a thyrianos sureños que superan los setecientos años sin mostrar señales de decrepitud, ya que sus árboles continúan siendo tan juveniles y robustos como ellos mismos, a pesar del transcurso del tiempo.
En cada pueblo tienen la costumbre de celebrar fiestas de comunión con las especies arbóreas que, por costumbre, suelen adoptar.
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