Dada su natural longevidad, todo thyriano es consciente de sus raíces y del lugar de donde vinieron.
Mahatma, el Vana.
En las páginas imperecederas del libro «La maldición de Bruela», la trama se despliega en el ciclo 2202 después del Nimb Rak, un momento enmarcado por las sombras del pasado. Hace exactamente 1328 años desde el Nimb Rak que los Eldianos, la denominación otorgada a los humanos, emergieron en un mundo aún resonando con los ecos de eras ancestrales.
Los relatos de aquellos tiempos lejanos y olvidados se inscriben en las páginas del «Libro Sagrado de Thyr«, un texto venerado por los Thyrianos, equivalente en importancia a la Biblia en otras civilizaciones. Este libro encierra en sus letras la esencia misma de su historia, desvelando eventos que han cincelado los fundamentos de sus creencias y mitologías.
Los Eldianos, en su totalidad, como la gran mayoría de la humanidad, registran el fluir de los años desde el Nimb Rak, un cataclismo que, según sus relatos, purgó a Unah (La Tierra) de los gigantescos Nisharu, seres que consideraban demonios provenientes de otra esfera. Estas colosales criaturas estaban destinadas a esclavizar y experimentar con toda la, recién nacida, especie Eldiana, siendo la raza thyriana la que protagonizó las primeras y más exitosas rebeliones, con la ayuda del propio Thyr y los primeros hijos de Eiwa, los Aleldin que perecieron en su mayoría en aquellos primeros enfrentamientos.
La desaparición de los Nisharu marcó la liberación para la especie Eldiana, emergida de los lodos primigenios de Umama. Este trascendental acontecimiento señaló el inicio de un nuevo capítulo para las diversas razas humanas, liberadas de las cadenas que las ataban a criaturas que alguna vez se alzaron como amas de un tiempo remoto.
La mayoría de los thyrianos saben que después de ser creados, aparecieron otras razas humanas con las que muchos de sus ancestros coincidieron e incluso formaron ciertos lazos, cuando tuvieron que enfrentarse a los Nisharu. Tanto es así que cada día de la semana se nombra con el nombre de cada raza eldiana, siendo el primer día el de los thyrianos. Sin embargo, tienen la firme creencia que cuando llegó el terrible cataclismo del Nimb Rack, solo la raza thyriana se salvó, por estar a salvo en las sagradas tierras de Thykur donde habitan desde entonces. Hasta el momento ningún thyriano se ha encontrado con eldianos de las otras razas. Justo cuando todos los thyrianos se establecieron en Thykur, guiados por Thyr, su dios, este, con su martillo, levantó las montañas Irkanias para que jamás pasaran los engendros de los Nisharu y puso a los Jotums (gigantes) para guardarlas.
Con el Nimb Rak se rompieron las sagradas piedras Nirdidu en fragmentos que cayeron por el mundo. Dicen que Ilumaya (las Tierras Encantadas) se formó por culpa de esos fragmentos y es por eso que, desde entonces, vienen de esas tierras, terribles criaturas para atacar a los Thyrianos.
Para defender a los thyrianos, Eiwa, la Gran Madre, creó sus guerreras inmortales Shaktis, hijas de los más puros thyrianos y de ella.
En la actualidad Eiwa vive en la única ciudad que se puede considerar como tal, que es Thykar. Situada al pie de las Montañas Adumdum Kaspum, en el nacimiento del Río Kaspum, al este de las Tierras de los Thyrianos que se llaman Thykur.
Thykar es una ciudad muy rica y próspera, ya que creció sobre un gigantesco meteorito de hierro y oro del cual extraen sin dificultad el metal puro para darle todo tipo de usos y repartirlo a los enclaves de Thykur.
Para defender Thykur (las tierras Thyrianas), sus caminos, los comerciantes y sobre todo la fe en Thyr, se creó una Orden de Caballeros dedicada al Dios Thyr. Tiene su base justo en el centro de Thykur, en un altiplano formado por las montañas Sukud Naramsarthyr (Montañas del golpe del martillo de Thyr) y es como una pequeña ciudad bastión, donde está, lo que llaman, el Magister, un centro de entrenamiento y aprendizaje para los nuevos iniciados en la Orden, además de control de toda la Orden.
La Orden tiene además 4 Puestos, uno en cada punto cardinal de Thyrkur. Desde allí se encargan de ayudar a la seguridad de la zona en la medida de sus posibilidades, además de vigilar las fronteras de supuestas incursiones.
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